Confieso que odio la etiqueta “calvinista”, no porque yo tenga vergüenza de las doctrinas de la gracia, sino porque hay demasiada confusión en cuanto a lo que los calvinistas realmente creen. No es mi intención tratar de convencer a alguien ser calvinista, ni en este artículo ni en mi ministerio. En lugar de ello, espero que el artículo clarifique las ideas equivocadas más comunes acerca del calvinismo, para que podamos evitar el error de rechazarlo o aceptarlo antes de entenderlo.
Una nota: Cuando digo “el calvinismo” me estoy refiriendo a los que creen que Dios predestinó ciertas personas a ser salvadas, exclusivamente por su propio placer, y que Él en sí mismo es la causa de su conversión. Esta teología pertenece a los calvinistas, los luteranos, y otros, pero en este artículo sólo usaré la etiqueta “calvinista” para ser simple.
MALENTENDIDO #1:
CREEMOS LO QUE CREEMOS DEBIDO A JUAN CALVINO
Incontables personas me han preguntado, “¿Por qué quieres seguir a un hombre muerto del siglo 16? Es mejor ser un seguidor de Jesús y sacar tus doctrinas de la Biblia, ¿no?” La pregunta revela que no entienden ni a los calvinistas ni a ellos mismos.
Primero, la mayoría de la gente que se identifica como “calvinista” nunca ha leído ni una sola página de las escrituras de Calvino. Ha leído la Biblia y, a consecuencia de haber leído la Biblia, se convencieron de que Dios predestinó su pueblo para salvación y que le da la gracia que necesitan para confiar en la obra de su Hijo.
Segundo, las doctrinas no se llaman “el calvinismo” porque fueran inventados por Calvino, sino porque fueron debatidas en un momento histórico en el cual sus escrituras tenían un papel central. Antes de Calvino, muchos en la Iglesia occidental creían en una versión de la misma teología, al menos desde Agustín, quien vivió más de 1,000 años antes que Calvino. Por supuesto, los que creen en las doctrinas sostienen que Agustín, Calvino y los demás simplemente estaban explicando lo que vieron en las enseñanzas de Jesús y sus Apóstoles en la Biblia.
Tercero, los que rechazan a las doctrinas del calvinismo tienden a creer en un punto de vista de la salvación que está asociado con el nombre de algún otro teológo, sea Jacobo Arminio (arminianismo) o Luis de Molina (molinismo). Si crees que Dios predestinó a los que ya había sabido que le elegirían a Él, lo que es la creencia más común en las Américas, eres arminiano, aunque nunca hayas leído ningún libro de él. Si crees que Dios creó este mundo real porque conocía todas las posibilidades de cada mundo posible y quería salvar a los que lo escogerían en este mundo, eres molinista, aunque no tengas la menor idea quién fue Molina. Tal como el calvinista, crees lo que crees debido a tu compromiso con la Biblia, no por una lealtad a un hombre extra bíblico. Por eso debes admitir que los calvinistas tienen el mismo motivo para sus creencias y que no están tratando de seguir a Calvino, sino a Jesús. La diferencia entre los dos es cómo leen la Biblia, no si la priorizan.
MALENTENDIDO #2:
NO CREEMOS QUE LA GENTE TIENE LIBRE ALBEDRÍO
Otra crítica a los calvinistas es que “no creen en el libre albedrío”. A los no calvinistas les choca, porque la Biblia claramente nos manda que “elijan ustedes mismos a quié van a servir” y les preguntan, “¿Por qué Dios nos mandaría elegir si no tuviéramos la habilidad de elegir?” La pregunta es razonable, salvo que entendamos las sutilezas importantes de lo que llamamos calvinismo.
Los calvinistas no niegan que las personas pueden elegir lo que quieren. Al contrario, afirman que sólo pueden elegir lo que quieren. Dicen que sí, tenemos un libre albedrío en el sentido de que podemos elegir lo que queremos, pero no es tan libre como tendemos a pensar, porque, según la Biblia, lo que queremos está limitado por nuestra naturaleza.
Para ilustrarlo, imagina que vas a comprar un auto. Cuando llegas al lote de carros, tienes la libertad de elegir cualquier coche que quieras. Sin embargo, tu naturaleza ha sido formada de tal manera que no te gustan todos los colores al mismo grado. De hecho, deprecias el amarillo y el anaranjado, tampoco eres tan fan del color café. Como resultado –a pesar de ser libre de escoger lo que sea– nunca vas a considerar un coche amarillo, anaranjado o café. Tu libre albedrío es esclavo a tus deseos naturales.
Tal como nuestra naturaleza prefiere ciertos colores más que otros, también prefiere el pecado más que la rectitud. Esto significa que, aparte de la intervención de Dios, los seres humanos siempre escogen el pecado debido a su naturaleza. Jesús mismo dice que, “todo el que peca es esclavo del pecado” (Juan 8:34, NVI). Pablo lo reforzó en Romanos 6:20, en donde escribe “Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia” (NVI). Antes de estar regenerados por el Espíritu Santo, fuimos libre de elegir lo que queríamos, pero lo único que queríamos era el pecado. La rectitud fue como el coche amarillo, una opción en teoría que nunca le interesaría a nuestra naturaleza en realidad.
Gracias a Dios, una vez que estamos regenerados, el Espíritu Santo nos da un corazón nuevo con deseos nuevos. Nos libera para elegir lo que nunca escogeríamos antes, a causa de que queremos lo que nunca habíamos querido: Jesús y su rectitud. Pero aun con este cambio catastrófico, nuestro libre albedrío se mantiene capaz de solo escoger lo que más quiere. Y lo que más quiere está atrapado en una batalla por el control de nuestros deseos entre el Espíritu y nuestra carne (Gálatas 5:17).
MALENTENDIDO #3:
NO CREEMOS QUE LOS HUMANOS ESCOGEN SEGUIR A JESÚS
Una creencia común acerca de los calvinistas es que creemos que las personas nunca eligen a Dios. Eso les suena extraño a muchos ya que la Biblia nos insta a elegirlo en varios versículos y nunca nos da la idea de que Dios nos obligaría a seguirlo. Lo bueno es que los calvinistas realmente no creemos que los humanos no tienen que escoger a Jesús. Lo malo es que tenemos toda la culpa por el malentendido, debido a nuestra comunicación imprecisa.
Los calvinistas enfatizan, correctamente, la enseñanza de Jesús en la que nos dice que nosotros no lo escogimos, sino que Él nos escogió (Juan 15:16) —y que lo hizo antes de la creación del mundo (Efesios 1:4-5)—. Desafortunadamente, a menudo enfatizamos estos datos mientras que fallamos en mencionar otros datos bíblicos que nuestra teología sí toma en cuenta. Tal y como creemos que la Biblia dice que Dios nos escogió, también creemos que la Biblia dice que debemos elegir a Dios. Nos manda que “elijan ustedes mismos a quiénes van a servir” (Josué 24:15), que escogiéramos aceptar o rechazar al hijo de Dios (Juan 1:12-13) y que Dios demanda que nosotros creyéramos en Él. Por consiguiente, los calvinistas creemos que cuando Jesús dice “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes” no está haciendo un argumento de exclusividad. Está haciendo un argumento de prioridad. Es decir, no está diciendo “Los escogí a ustedes y ustedes nunca me escogerán a mí”, sino que “Los escogí a ustedes mucho antes de que ustedes me escogieron a mí. De hecho, la razón por la que me escogieron es que ya los escogí a ustedes antes.”
Cuando decimos que, “No elegiste a Dios, Dios te eligió” los calvinistas no pretendemos comunicar que los cristianos nunca eligen alabar a Jesús. Los calvinistas creemos que los cristianos escogen adorar a Jesús como resultado de ser previamente elegido por Él. Esto está ilustrado en la conversión de Lydia. En Hechos 16:14 leemos que, “el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo”. Dos cosas están ocurriendo aquí. Primero, el Señor escoge abrir su corazón. Segundo, Lydia elige responder al mensaje de Pablo. Los calvinistas afirman que, sí, Lydia eligió responder al evangelio mientras afirma que, al mismo tiempo, la única razón por la que estaba libre de responder al evangelio en fe fue porque Dios ya había elegido a abrir su corazón para que pudiera ver la belleza de su mensaje.
Por lo tanto, la diferencia entre el calvinismo y el arminianismo no se encuentra en si los cristianos escogen seguir a Jesús o no. La diferencia se ubica en cuál elección es la primera. Los calvinistas dicen que elegimos seguir a Jesús porque Él nos escogió primero, y su elección nos mueve a creer en Él. Los arminianos dicen que Dios nos escoge porque tiene el conocimiento de que le elegiríamos a Él, y nuestra elección le mueve a escogernos como su pueblo.
MALENTENDIDO #4:
NO CREEMOS QUE LOS CRISTIANOS TIENEN QUE VIVIR UNA VIDA SANTA
Cuando se enteran de que soy “calvinista” —aunque odio la etiqueta— muchos piensan que no me importa vivir una vida santa, debido al malentendido que ser salvado por la elección de Dios significa que la santidad no es necesaria. De alguna manera, la idea de que Dios salva a sus elegidos sin respecto a su rectitud ha sido interpretado como si Dios les salvara sin la expectativa de que jamás vivan rectamente. Pero esto es una representación terrible de lo que los calvinistas creemos.
Antes de nada, los calvinistas creemos que, cuando Dios salva a uno de sus escogidos, lo transforma de la muerte a la vida, de tener un corazón de piedra a tener un corazón de carne, de la esclavitud del pecado a la esclavitud de la piedad, de ser guiado por el espíritu del mundo a ser guiado por el Espíritu de Dios. Esto se llama “la regeneración” o “el nuevo nacimiento” y es a través de este nuevo nacimiento que el individuo convertido recibe una naturaleza totalmente nueva. Esta nueva naturaleza está acompañada por nuevos deseos (los deseos del Espíritu) y el nuevo poder de cumplir los deseos (el poder del Espíritu Santo). Por ello, los elegidos no solo deberían vivir en una manera diferente de la que vivirían antes de su conversión, sino que también tienen que vivir en una manera diferente de la que vivirían porque ya no son las mismas personas.
Además, los calvinistas no creemos que todos los que dicen que son elegidos son realmente elegidos; ni creemos que uno debe adivinar si es uno de los elegidos o no. Los calvinistas, como los arminianos, creen que los elegidos son los que creen en Jesús. También, los calvinistas creen, tal como los arminianos, que los que verdaderamente creen son aquellos cuya profesión de fe está acompañada por el fruto del Espíritu. Por este motivo, lejos de creer que no importa cómo vives si estás entre los elegidos, los Calvinistas creen que la manera en que vives es una de las señales que revela si tu fe es real o no y, como consecuencia, si eres elegido. Por eso, Pedro nos dice, “esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios” y Pablo nos aconseja, “examínense para ver si están en la fe” por medio de evaluar nuestras obras (2 Corintios 13:5). Por lo tanto, los Calvinistas no reclaman que no se tiene que obedecer a Dios si se sabe que es elegido. Al contrario, los Calvinistas afirman que la obediencia es como se puede saber que está entre los elegidos. No porque nuestra obediencia produzca nuestra salvación, sino porque nuestra salvación produce nuestra obediencia. Debe ser así, ya que el regalo de la salvación incluye el regalo de la nueva naturaleza.
MALENTENDIDO #5:
LOS CALVINISTAS NO TIENEN NINGUN MOTIVO PARA EVANGELIZAR
Los que están fuera del calvinismo a menudo tienen dificultades de reconciliar las palabras de la Gran Comisión con su entendimiento de lo que creen los calvinistas en cuanto a la salvación. Se preguntan, “¿Si los calvinistas creen que Dios ya ha predestinado a sus elegidos desde el principio, y que ellos van a ser salvados pase lo que pase, qué motivo tienen para evangelizar?” Esta pregunta surge de un deseo sincero de ver a los que están perdidos, convertidos en los que conocen a su creador. No obstante, igualmente surge de un malentendido de lo que creen los calvinistas. Hay al menos cuatro razones por la que el calvinismo no tiene ningún efecto negativo en el evangelismo.
En primer lugar, los calvinistas evangelizan por la misma razón por la que los arminianos lo hacen: porque Dios lo exige. Los calvinistas, como todos los cristianos, creemos que tenemos la responsabilidad de proclamar las obras maravillosas de Dios a los que no lo conocen. Aun si nuestra teología no pudiera explicar por qué Jesús nos exigió hacerlo, no nos excusaría del hecho de que sí nos lo mandó y de que tenemos que obedecerlo.
En segundo lugar, nuestra teología no tiene ningún problema para explicar por qué Jesús nos mandó evangelizar. De hecho, lo aclara. Los calvinistas creemos que Dios es soberano sobre todo el proceso de la salvación —desde el principio hasta el fin—. Por lo tanto no solo es soberano sobre a quiénes va a salvar, sino también sobre cómo va a salvarlos. En Su soberanía, ha decidido que va a salvar a sus elegidos a través de gente común y corriente predicando Su evangelio. Tal como Jesús nos enseña que, “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió” (Juan 6:44), la Biblia también dice que, “¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?” (Romanos 10:14). En otras palabras, Dios no solo atrae a las personas a Él mismo, sino que también nos envía a predicar a quienes están siendo atraídos a Él, por Él. Para el calvinista, entonces, el dilema de “¿qué motivo tienen los calvinistas para evangelizar?” simplemente no existe. Nuestra teología nos convence de que tenemos que evangelizar porque es el medio por el cual Dios salva a su pueblo.
En tercer lugar, los calvinistas evangelizan porque les da gozo hablar del Señor que los ama. C.S. Lewis escribió, “Pienso que nos deleitamos en alabar lo que disfrutamos, porque la alabanza no solo expresa, sino cumple, el disfrute.” Sigue explicando cómo somos impulsados desde adentro a compartir nuestro deleite en un autor nuevo o ena un gran vista de la naturaleza con los demás, así como somos impulsados desde adentro de hablar de nuestros restaurantes y programas de televisión favoritos. Cumplimos nuestra experiencia placentera por medio de compartirla con otras personas. ¿Cuánto más debería ser en el caso del Dios del universo, quien nos amó, quien nos predestinó para ser suyos sin ningún mérito nuestro, y quien nos redimió para sí mismo al costo de su propio Hijo? Por consiguiente, aun si no tuviéramos ningún motivo teológico para evangelizar (y sí, lo tenemos), lo haríamos por nuestro motivo emocional —nos encanta hablar del Dios que nos amó—.
En cuarto lugar, los que se identifican como “calvinistas” en general testifican que en lugar de impedir su compromiso con el evangelismo, el calvinismo lo ha multiplicado. Sabiendo que Dios atraerá su pueblo a sí mismo nos alivia de la presión de tratar de atraer a alguien a Él con la belleza de nuestras palabras, el poder de nuestro discurso o la rectitud de nuestras vidas. En vez de esto, podemos presentar el evangelio con la confianza de que el éxito o fracaso de nuestro evangelismo no depende de nuestro desempeño, sino de la gracia irresistible de Dios. Esto produce el coraje de presentar el evangelio a todos, hasta a los que se oponen más, porque tenemos la seguridad de que su gracia irresistible puede superar aun la resistencia del corazón más empedernido y —si no lo hace— sabemos que no es debido a un fracaso de nuestra parte.
Además, muchos dirían que adoptar una teología calvinista les ha dado una gratitud aumentada que produce evangelismo más apasionado y consistente del que tenían antes. No es decir que un arminiano no puede ser igualmente o significativamente más motivado que un calvinista, muchos sí son así. Es decir que cuando recibes una teología que te dice que Dios es aun más responsable por tu salvación de lo que pensabas previamente, y que tú estás aún menos responsable por ella de lo que pensabas, es natural que tu gratitud crezca. En muchos casos, mientras la gratitud se profundiza, resulta en el crecimiento de la alabanza pública y del evangelismo personal.
Este asunto no es teórico para mi. Es personal. Estoy escribiendo en mi departamento en la Ciudad de México. Mi familia y yo dejamos todo lo que conocíamos y amábamos para vivir como misioneros en una cultura extranjera. No tuvimos que mirar fuera de nuestra teología calvinista para hacerlo. Al contrario, Dios usó toda nuestra teología (incluso las partes calvinistas) para proveernos la razón y el deseo de hacerlo. La idea de que el calvinismo impide el evangelismo está basada en un malentendido de lo que realmente creemos, y simplemente no se sostiene contra la vida real.
MALENTENDIDO #6:
EL ARMINIANISMO ME DA UN ALTERNATIVO A LAS PARTES DEL CALVINISMO QUE ME CHOCAN
En mi experiencia, muchos creyentes que se identifican como arminianos eligieron este sistema, en parte, para evitar las partes del calvinismo que les chocan. Por ejemplo, no desean creer en un Dios que crea a la gente aun a sabiendas de que su último destino es el infierno, ni en un Dios quien decide salvar algunos y otros no. Debido a versículos de la Biblia como 1 Timoteo 2:4, el cual dice que “él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad,” y concluyen que el arminianismo maneja los pasajes así mejor que el calvinismo. El problema es que, realmente, no lo hace. Las creencias incómodas del calvinismo no se pueden escapar a través del arminianismo. Las preguntas más inquietantes también se quedan en el sistema del arminianismo. Por ejemplo,
“No puedo creer en un Dios que crearía a gente aun a sabiendas de que están condenados a ir al infierno.”
Uno de los objeciones más comunes contra el calvinismo es que el Dios del calvinismo es cruel. Un Dios amante, se argumenta, no crearía a alguien con el conocimiento de que su último destino sería el infierno. Es cierto que, según el calvinismo, Dios crea a gente aun cuando conoce que nunca van a ser salvados. Sin embargo, es igual en el arminianismo.
Ambos, los calvinistas y los arminianos creen en la predestinación y la elección, puesto a que las dos son palabras bíblicas (Efesios 1:5, 11, Romanos 8:29). Los dos dicen que antes de que Dios cree una persona, ya sabe si va a responder al evangelio en fe o no. No hay ninguna diferencia entre los dos en en esto. La única diferencia es la base en que Dios sabe esa información. Los calvinistas dicen que Dios sabe quién va a creer en Él porque ya los ha predestinado a recibir el don de fe para hacerlo, mientras que los arminianos dicen que Dios sabe quién va a responder a Él en fe porque ya ha mirado hacia el futuro y descubrió quién va a elegirlo. En el arminianismo, tal como en el calvinismo, cada persona que Dios ha creado la ha creado sabiendo su destino eterno.
Si no puedes creer en un Dios que crearía a alguien aunque sabe perfectamente que van a llegar al infierno, no puedes creer en el arminianismo nada más que en el calvinismo. De hecho, la única manera para evitar esa conclusión es creer en un Dios que no es omnisciente, por medio de adoptar una posición como el teísmo abierto, la cual puede solucionar tus objeciones a este asunto, mientras contradice un montón de enseñanzas sumamente claras de la Escritura.
“No puedo creer en un Dios que elegiría a algunos y no a otros para ser salvados.”
Otra objeción común al calvinismo es que se nos ofrece un Dios que elegiría a algunos y no a otros. A muchos les parece una contradicción al Dios supremamente amante de la Biblia. Por eso, rechazan al calvinismo y siguen al arminianismo en su lugar. Aun así, el arminianismo no resuelve el asunto. De hecho, se enfrenta al mismo desafío.
Los calvinistas creen que solo los que creen en Jesús son salvados. Los arminianos creen lo mismo. En la teología de los dos grupos, Dios solo salva a los que ponen su fe en Jesús. No hay ni una diferencia entre los dos grupos en cuanto a quién es salvado ni en cuántos son salvados. La única diferencia es la causa de la salvación. En el calvinismo, la causa es la gracia irresistible de Dios, la cual les da la capacidad de creer a los que han de recibirla por Su elección. En el arminianismo, la causa es la respuesta del ser humano a la gracia que Dios le da a todo el mundo. En ambos sistemas teológicos, tenemos un Dios que escoge salvar a unos y no a otros.
Por supuesto, la objeción que un arminiano mencionaría es que, según la teología de los calvinistas, Dios podría dar su gracia irresistible a más gente y no lo hace. Por eso, dicen los arminianos, el Dios del calvinismo no es un Dios quien “él quiere que todos sean salvos” como el Dios de la Biblia claramente quiere (1 Timoteo 2:14). Sin embargo, esta crítica falla en reconocer que el Dios del arminianismo es igualmente soberano y podría hacer lo mismo. Aun así, tal como el Dios del calvinismo, no lo hace.
¿Por qué?
La razón es que según los dos sistemas, Dios no solo quiere que todos sean salvados, sino también desea algo más. Los dos deseos no pueden ser cumplidos al mismo tiempo. El Dios del calvinismo desea su gloria sobre todo y, por eso, salva a algunos y no a todos porque si salvara a todos eliminaría la oportunidad de mostrar su gloria a todo su pueblo a través de su rectitud y su juicio del mal (Romanos 9:22-23). El Dios del arminianismo desea honrar el libre albedrío de los seres humanos y, por eso, salva a unos y no a otros porque si salvara todos anularía el libre albedrío. Entonces, en ambos sistemas, tenemos un Dios que “quiere que todos sean salvos” pero quien, debido a su lealtad a un mejor deseo, permite que no todos son salvados. Lo hace gracias a su lealtad a su propia gloria (el calvinismo) o gracias a su lealtad al libre albedrío de los humanos.
Una de las razones por las que abandoné el arminianismo en favor del calvinismo es que encontré mucha evidencia bíblica que soporta el compromiso supremo de Dios a su propia gloria, pero ninguna que me convenciera de su compromiso supremo al libre albedrío humano. Si estás leyendo como un arminiano no te estoy pidiendo que cambies al calvinismo. Solo te estoy pidiendo que reconozcas que el arminianismo tiene que responder a las mismas dificultades del calvinismo. Los dos tienen que enfrentar el hecho de que Dios crea a las personas aun a sabiendas de que nunca van a ser salvados, y los dos tienen que enfrentar el hecho de que el Dios que quiere que todos sean salvados, al final, no salvará a todos.
Autor: Cole Brown
que dios tan patético que le importa mas compacer su propio maldito ego que el bienestar de la humanidad
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